domingo, 28 de septiembre de 2008

Resumen del Decreto que Proclama a San José Patrono de la Iglesia Católica

Enviado por Elsa Lorences de Llaneza

SANTA TERESA DE AVILA, O SANTA TERESA DE JESUS

(La Segunda Patrona de la Basílica San José de Flores)


Teresa de Cepeda y Ahumada nace en el barrio de Gotarrendura de la ciudad de Avila, en España, el 28 de marzo de 1515. A los 12 años pierde a su madre y le ruega a la virgen que la tome como su propia hija.
En 1535 entra al Monasterio Carmelita de la Encarnación, donde hace su profesión de fe el 3 de noviembre de 1537, pero al enfermarse su padre la retira del convento. En esa época, siguiendo las instrucciones del libro ¡El Tercer Alfabeto Espiritual”, inicia su práctica de oración mental. Cuando su estado de salud se agrava – se desconoce cual era su enfermedad pero se sospecha de fiebre palúdica – nadie confía en que logrará sobrevivir, pero tres años después Teresa estaba restablecida y atribuye su curación a la intercesión de San José, de quien es devota y de cuya devoción será la gran propagadora.
En 1541, según sus memorias, se le apareció Jesús por primera vez. Ese mismo año encuentra en el convento una pequeña estatuilla de un ECCE HOMO 8Jesús herido por los latigazos recibidos antes de la crucifixión). Encontrar esta imagen es un punto de inflexión en su vida, ya que sintió que no había agradecido lo suficiente las llagas de Cristo y decide entonces llevar una vida de penitencia y oración constante.
Tiempo después ocurre el fenómeno de la transverberación (del latín transverberare, que significa “traspasar con un golpe, hiriendo”), es una gracia espiritual por la que la persona siente el corazón traspasado como por una espada, y se llena de amor divino. Es un signo de comunión con Cristo Sufriente.
En 1560, a sus 45 años, junto a un grupo de religiosas amigas, decide regresar a la Regla Primitiva de la Orden del Carmelo, con una vida de oración y mortificación. Así comienza el Nuevo Carmelo, con la fundación del Monasterio de San José de Avila, el primero de los 15 Carmelos que establece en España.
Poco después conoce a Fray Juan Yepes, conocido después como San Juan de la Cruz, con quien inicia la reforma de los frailes. En 1568 funda un convento de frailes en Duruelo, y el 1569 otro en Pastrana. Luego, San Juan de la Cruz queda a cargo de los demás conventos de frailes.
Santa Teresa fue muy perseguida por la reforma de los Carmelitas, hasta que en 1580 se logra la separación de las dos ramas de la orden (los Carmelitas Descalzos y los Calzados), Teresa tenía entonces 65 años.
Santa Teresa fue también una gran escritora mística, que comenzó a escribir su “Biografía” a pedido de su confesor. Escribió también “Camino de Perfección”, “Fundaciones” y “Castillo Interior” (Las Moradas) y otros.
Falleció en 1582 en Alba de Tormes, donde aún reposan sus reliquias. En 1591 se inicia su proceso de beatificación. En 1614 Pablo V la proclama beata y el 12 de marzo de 1622, el Papa Gregorio la canoniza.
En 1970, Pablo VI le otorga el título de Doctora de la Iglesia Universal (es una de las tres doctoras de la Iglesia, las otras dos son Santa Catalina de la Siena y Santa teresita del Niño Jesús).
Se la conmemora el 15 de octubre.



Iconografía: de entre sus contemporáneos, Santa Teresa es una de las pocas que tuvo su retrato directo, realizado por Fray Juan de la Miseria, en Sevilla, en 1570. Por lo tanto esta imagen es la más fiel que se tiene de la Santa. Luego otros artistas han preferido idealizar su figura, perdiendo así el verdadero carácter de Teresa.
A Santa Teresa se la representa con el hábito marrón y la capa blanca corta propios de las Carmelitas Descalzas.
Sus atributos son el libro y la pluma, por ser escritora. Cuando se la reconoce como Doctora de la Iglesia se le agrega la muceta blanca y el birrete.

Fragmentos de algunos textos de Santa Teresa de Avila:

“Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa.
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta: Sólo Dios basta.”


“Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero”.


Lis Anselmi
lisanselmi@yahoo.com.ar

domingo, 14 de septiembre de 2008

ICONOGRAFIA DE SAN JOSE

El culto a San José se inicia en el siglo XVI, y los grandes propulsores de este culto fueron Santa Teresa de Jesús y los Carmelitas Descalzos, y San Ignacio de Loyola y la Orden Jesuita.
La popularidad de San José fue creciendo con el correr del tiempo, y su iconografía también fue variando con los años.


Hasta el siglo XVI San José ocupa un lugar secundario en algunos episodios de la vida de Jesús. Luego se lo pasa a ver como un hombre joven que observa a cierta distancia a Jesús y María, remarcando con esta distancia que no es el verdadero padre del Niño. En la Edad Media, pasa a ser un anciano, imagen que perduró durante todo el Renacimiento.

Esta imagen de José anciano es una de las más fuertes, aunque no sea la más creíble. Según Santo Tomás de Aquino, había razones de conveniencia para que Jesús naciera de una mujer casada, por ejemplo para que Jesús no fueses rechazado por ser hijo de una madre soltera, y para que María no corriese el riesgo de ser lapidada. Si José, al nacer Jesús, no estuviera en edad de engendrar un hijo, la imagen de María no hubiese podido ser preservada. Lo más probable es que José rondara los cuarenta años en la época del nacimiento de Jesús.

Recién a principios del S. XVI José comienza a aparecer como protagonista. Una de estas primeras imágenes es de alrededor de 1500 y lo muestra de pie, anciano y con una mano sobre el hombro de Jesús Niño. Esta modalidad va a afianzarse con la pintura de El Greco, donde se observa a un San José más joven, con el Niño de la mano (simbolizando su condición de maestro y conductor durante su infancia) y la vara florecida.

Uno de los tipos más difundidos es el que muestra a San José con el Niño en brazos, imagen que apela sobre todo a lo sentimental, resaltando la cercanía y el cariño entre ambos.

Los atributos característicos de San José son la vara florida que se cree es de almendro, suplantada muchas veces por la azucena o lirio – símbolo de pureza y castidad-, y las herramientas propias de su oficio de carpintero. A veces, la paloma del Espíritu Santo aparece sobre las flores de la vara. Este atributo de la vara se origina en los Evangelios Apócrifos, donde se relata que fueron convocados al templo un hombre de cada tribu de Israel, para elegir esposo para la Virgen María. José fue por la tribu de Judá. Cada hombre debía llevar una vara, las que fueron dejadas sobre el altar. Cuando al día siguiente el sacerdote ingresó al Sancta Santorum, un ángel tomó la vara más pequeña, la de José y, según algunas versiones la vara floreció, y según otras la paloma del Espíritu Santo surgió de ella, señalando al elegido para desposar a la Virgen. Así se cumpliría lo narrado por el Profeta Isaías: “Y saldrá una rama de la raíz de Jesse, y una flor saldrá de su raíz”. (Is 11,1)

En relación a la vestimenta, José suele ser representado con un manto que cae desde sus hombros, y una túnica. En la América Hispánica se acostumbra colocar una corona real, generalmente de plata, a las imágenes de San José.

Lis Anselmi - lisanselmi@yahoo.com.ar

domingo, 7 de septiembre de 2008

LA VIDA DE SAN JOSE


José nació probablemente en Belén, su padre se llamó Jacob (Mateo 1,16) y se cree que era el tercero de seis hermanos. La tradición nos transmite la figura del joven José como un muchacho de mucho talento y un temperamento humilde, dócil y devoto.
Era un carpintero que vivía en Nazaret. Según la tradición, cuando tenía alrededor de treinta años fue convocado por los sacerdotes al templo, con otros solteros de la tribu de David, para tomar esposa. Los sacerdotes ofrecieron a cada uno de los pretendientes una rama y comunicaron que la Virgen María de Nazaret habría de casarse con aquel cuya rama desarrollase un brote. “Y saldrá una rama de la raíz de Jesse, y una flor saldrá de su raíz” (Is.11,1). Solo la rama de José floreció y en tal modo fue reconocido como novio destinado por el Señor a la Santa Virgen.
María, a la edad de 14 años, fue dada en esposa a José, sin embargo ella siguió viviendo en la casa de su familia de Nazaret de Galilea por un año, el tiempo requerido por los Hebreos entre el casamiento y la entrada en la casa del esposo. Fue precisamente en este lugar donde María recibió el anuncio del Ángel y aceptó: “He aquí a la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1,38)
Ya que el Ángel le había avisado que Isabel estaba embarazada (Lc. 1,39), pidió a José que la acompañara a casa de su prima en los últimos tres meses de embarazo de aquella. Tuvieron que realizar un largo viaje de 150 km. ya que Isabel residía en Ain Karim, Judea. María permaneció cerca de Isabel hasta el nacimiento de Juan Bautista.
A su regreso de Judea, María puso a su esposo frente a una maternidad que no podía explicar. Muy inquieto, José combatió contra la angustia de la sospecha y pensó hasta en dejarla y huir secretamente (Mt. 1,18) para no condenarla en público pues era un esposo justo. Si María era considerada adúltera la ley sentenciaba que fuera lapidada junto con su hijo, fruto del pecado (Lev. 20,10; Deut. 22,22-24).

José estaba a punto de actuar así cuando un Ángel se le apareció en sueños para disipar sus temores: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque el hijo que espera es obra del Espíritu Santo” (Mt. 1,20). Todas sus turbaciones desaparecieron y José apresuró la ceremonia de fiesta de entrada de su esposa en su casa.
Un edicto de César Augusto ordenaba el censo de toda la tierra (Lc. 2.1). José y María partieron hacia la ciudad de origen de la dinastía, Belén. El viaje fue muy fatigoso por el estado de María, próximo a la maternidad. En aquellos días Belén estaba lleno de extranjeros y José buscó en todas las posadas un lugar para su esposa, pero las esperanzas de hallar una buena acogida se frustraron. María dio a luz a su hijo en una gruta del campo de Belén (Lc. 2,7) y algunos pastores acudieron para visitarla y ayudarla (Lc. 2,16.
La ley de Moisés prescribía que la mujer, después del parto, fuera considerada impura y permaneciera 40 días segregada si había dado a luz un niño y 80 días si era una niña. Después tenía que presentarse al templo para purificarse legalmente y hacer un ofrecimiento, que para los pobres se limitaba a dos tórtolas o dos pichones. Si el niño era primogénito, él pertenecía a Dios, según la Ley. Al tiempo de la purificación fueron al Templo para ofrecer su primogénito al Señor. En el Templo encontraron al profeta Simeón que anunció a María: “una espada de dolor te atravesará el alma” (Lc. 2,35).
Llegaron los magos de oriente (Mt. 2,2) que buscaban al recién nacido, Rey de los Judíos. Teniendo conocimiento de esto, Herodes se preocupó mucho y trató por todos los medios saber dónde estaba para hacerlo desaparecer. Los Magos hallaron al niño, lo adoraron y le ofrecieron sus regalos, dando un alivio a la Sagrada Familia.
Cuando ellos partieron, un Ángel del Señor se le apareció a José y lo exhortó a huir: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo” (Mt. 2,13).
José se levantó y aquella misma noche tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto (Mt.2,14) para emprender un viaje de unos 500 km. La mayor parte del camino fue por el desierto, invadido de serpientes y muy peligroso a causa de los bandidos. La Sagrada Familia tuvo que vivir la penosa experiencia de ser prófuga, lejos de su tierra, porque así se cumplía cuanto fue dicho por el Señor por medio del Profeta (Os XI,1): “Llamé de Egipto a mi hijo” (Mt. 2,13-15)
Inmediatamente después de la muerte de Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya han muerto los que quería matar al niño” (Mt 2,19-20) José se levantó, tomó al niño y a su madre y volvieron a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao gobernaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Conforme a un aviso que recibió en sueños, se dirigió a la provincia de Galilea y se fue a vivir a un pueblo llamado Nazaret. Así había de cumplirse lo que dijeron los profetas: “Lo llamarán “Nazareno” (Mt. 2,19-23)
Los miembros de la Sagrada Familia iban a Jerusalén cada año por la fiesta de Pascua. Cuando Jesús tenía 12 años hicieron lo mismo. Pasados los días de fiesta, emprendieron el camino de regreso creyendo que el pequeño estaba en la comitiva. Pero cuando se dieron cuenta de que no estaba con ellos, empezaron a buscarlo afanosamente y, después de tres días, lo hallaron de nuevo en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Sus padres se emocionaron mucho al verlo. Su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos” (Lucas 2,41-48)
Pasaron otros veinte años de Trabajo y de sacrificio para José siempre cerca de su esposa y murió poco antes de que su Hijo empezara la predicación. No vio la pasión de Jesús sobre el Gólgota probablemente porque no hubiera podido soportar el atroz dolor de la crucifixión de su Hijo tan amado.
Elsa Lorences de Llaneza
elsalorences@yahoo.com.ar

lunes, 1 de septiembre de 2008

APARECIDA Y LA CATEQUESIS

El jueves 28 de agosto se realizó en nuestra parroquia una conferencia a cargo del Pbro. Alejandro José Puiggari, sobre “Los Aportes de Aparecida a la Catequesis”, donde se trataron puntos como “El acontecimiento de Aparecida como una constante de la historia de la salvación”, “la catequesis iniciática a la luz de Aparecida”, “la piedad popular como mística y camino de inculturación”, y otros. A la misma asistieron catequistas de la parroquia, el grupo del Seminario Catequístico, nuestro párroco el P. Gabriel, y público en general.

Al finalizar la conferencia se anunció para el jueves 25 de septiembre de 20 a 21.30 hs, una nueva charla: “Pablo, su mensaje”, que estará a cargo del Prof. Pablo Cicutti.